domingo, 24 de abril de 2022

Sant Jordi 2022. Memorias de un desastre agridulce

Hace años cuando me mudé a Barcelona aprendí que el día 23 de abril se celebra en toda Catalunya el dia del llibre, en ocasión de la fiesta de Sant Jordi. Tradicionalmente l@s enamorad@s se regalan un libro y/o una rosa, las ciudades se llenan de paradas de librerías y editoriales y de paraditas de rosas rojas. Se trata de la fiesta más esperada e importante del año y para l@s librer@s es un evento cuya preparación empieza con meses de antelación. Después de acabar las devoluciones de la campaña de Navidad, este año, después de dos años de restricciones, por fin hemos podido volver a preparar la vuelta del Dia del llibre. Tal vez por las ganas de volver a celebrarlo que se notaba también entre la gente, hemos trabajado tan duramente sobre nuestras propuestas, tratado de optimizar nuestros 24 metros de parada con la mayor oferta posible de títulos, realizado de nuevo nuestros puntos de libro personalizados y reservado nuestra mesa de firmas escritor@s e ilustrador@s durante todo el día. En fin, hemos invertido mucho tiempo, mucho dinero y mucha energia para no llegar impreparadas. Las últimas semanas, como siempre, han sido llenas, al menos para mí, de pesadillas sobre libros que había olvidado pedir y dudas sobre las cantidades pedidas, la llegada de pedidos de última hora,  la selección de títulos escogidos. Pero, después de días enteros pasados a colocar cajas y cajas, etiquetar miles de libros, solucionar fallos con transportistas y distribuidores, ayer, después del madrugón de las seis y del viaje en tren al amanecer  bajo un cielo que preanunciaba el drama, he llegado por fin delante de la Casa Batlló, que en cada Sant Jordi viste sus balcones de enormes rosas rojas. "¡Vamos!" he pensado y el miedo ha dejado sitio a la ilusión, la que te hace notar picor en las puntas de los dedos y que da ganas de sonreir. ¡A las nueve de la mañana la lluvia había desaparecido y la calle se había llenado de gente! ¡Cuánto tiempo sin poder compartir esa ilusión y el calor de las personas! He mirado con orgullo los libros colocados por fin en las mesas. Como dice una de mis compañeras, hay algo mágico en sacar un libro nuevo de una caja para ponerlo a la venta: nos hace sentir un@s privilegiad@s, tenemos el honor de acompañarlo en una nueva fase de su vida y la obligación de ayudarlo a encontrar un lector o una lectora. 

Nunca me habría imaginado que de repente el cielo se volviese de nuevo gris y que en unos minutos una tormenta de viento y granizado empezara a destrozar y a llevarse nuestras carpas, nuestros libros y toda la ilusión que había en el aire. Hemos intentado proteger los libros como podíamos: secando, guardando, moviendo, salvando todo lo salvable. Pero a las ocho de la tarde solo había pilas y pilas de libros destrozados delante de nuestros ojos húmedos (y no de lluvia). Con la ropa y el pelo mojados desde hace horas, temblando por el frío y con el estómago vacío, lo que más nos ha dolido ha sido ver que la mitad o más de nuestros libros eran irrecuperables, a pesar de nuestros intentos desesperados para salvarlos. Alrededor nuestro la tragedia se había repetido en todas las paradas y l@s librer@s nos hemos quedado paralizad@s. Para un desastre así no hay solución posible, las pérdidas son incontables. Y nuestros libros. Nuestros libros.. Pero, después de la primera ola, después de la segunda y hasta de la tercera, hemos oído un rugido, la gente nos animaba a aprovechar el momento y volvía a las paradas pidiendo que les cobrásemos lo más rápido posible. Libros en buen estado, libros mojados, libros completamente empapados. "Dame los más dañados que tengas!" me ha dicho una señora. Otras personas se han quedado aguantando el plástico que intentábamos colocar encima de los libros para que no se mojasen mientras la lluvia volvía a caer, empapándose con nosotras. Un día desastroso que nos ha partido el corazón y nos ha llenado de gratitud. 

Así que GRACIAS a todas las personas que nos han ayudado y que han seguido comprando, porque somos librer@s por vocación pero si podemos realizar este sueño es solo gracias a vosotr@s, que confiáis en nosotr@s, que no nos olvidáis y que valoráis nuestro trabajo.  A las diez de la noche hemos recogido los últimos pedazos mojados de este día infinito y aún no sabemos cómo nos recuperaremos. Pero sabemos que no estamos sol@s. 

Vivimos en una época en la que Amazon nos ha declarado una guerra imposible de ganar y las grandes  cadenas tratan de transformar la librería en un lugar para "intelectuales" en el que ir a tomar un café y a mirar estanterías llenas de libros que nadie compra porque nadie los conoce. Quienes trabajan en estos sitios raramente tienen tiempo para conocer los libros y recomendarlos, porque sus tareas son otras. La librería está hecha por personas y es un espacio de intercambio, de reflexiones silenciosas y conversaciones apasionadas entre librer@ y client@s. Un espacio valioso que no debemos dejar que nos arrebaten. Este día nos ha enseñado que sin público no hay futuro para las librerías, pero también debe recordarnos que sin librer@s no hay futuro para los libros.  




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