Este ya es el sexto año que llevo en Barcelona y no tengo dudas, definitivamente el otoño es su estación mejor! No hay nada de esta estación que no me guste: la luz del sol es aun cálida y brillante, las hojas entre verde, amarillo y rojizo quedan perfectamente con los colores de las calles, el olor de las castañas está sincronizado con las luces de las farolas al anochecer para completar la atmósfera romántica. La ciudad se prepara al invierno con una explosión de vida que me encanta cada año. Creo, en general, que las estaciones intermedias también pintan el paso del tiempo y los cambios de una forma especialmente poética, lástima que cada año duren menos.
El concepto de paso del tiempo es algo difícil de explicar a l@s niñ@s. No se trata solo de comprender que los días se suceden en 24 horas etc.. Si no sobre todo de entender que el tiempo marca unas fases, influye sobre el mundo y lo transforma constantemente. Un buen modo de empezar puede ser educar a la observación, un ejercicio útil para desarrollar una habilidad, en mi opinión, muy importante: la atención. Parece algo banal, ya que l@s niñ@s suelen ser muy observad@res, pero no se trata solo de eso.
Para observar atentamente se necesita concentración y mucha paciencia, dos cualidades difíciles de entrenar hoy en día, en un mundo en el que todas las respuestas están tan a la mano como nuestros smartphones y los días son llenos de actividades. ACTIVIDAD. Esta es definitivamente la palabra que mejor define la cotidianidad infantil hoy. Sin embargo, por mucho que se diga, de aburrimiento nunca ha muerto nadie... todo lo contrario.
Volviendo al otoño, o quizás no, siempre me fascinan los libros que tratan en general el tema del paso del tiempo y de los cambios que produce. La imagen que he escogido para este post es de un álbum de una autora que me gusta mucho, Beatrice Alemagna, llamado Un gran día de nada . Non trata precisamente del otoño, aunque los colores de las ilustraciones, maravillosas por cierto, me recuerdan mucho esta estación. Además el protagonista se encuentra paseando en un bosque, uno de los lugares preferidos del otoño. Y se encuentra allí justo porque está aburrido, porque el aburrimiento (sí, a veces lo hace) despierta la curiosidad, la atención. Entonces aparecen los árboles, con sus hojas todas distintas, las setas agrupadas como pequeñas colonias en las esquinas más amparadas, el olor a tierra, el espejo de agua en el que ve hundirse su videojuego. Lo olvida casi enseguida. Et voilà! Aquí está el otoño, y el aburrimiento, y el tiempo que pasa y que deja que las cosas cambien, desaparezcan, nazcan, vuelvan en formas distintas. Sin embargo las recuerda, las recuerda como si las hubiera visto ya, olidas, tocadas, lejos, atrás, en el tiempo, luego aquí, ahora. Sin hablar del chocolate caliente una vez de vuelta a casa, ¿qué mejor conclusión para un libro.. o un cuento? Un libro sobre el otoño, tal vez sobre los cambios, del bosque y de nosotr@s mism@s, pero también sobre el tiempo que a veces parece no pasar nunca y otras en cambio ya ha pasado.. ¿pero cuándo?